Manual de comodidad
La primera parte de la última temporada de The Crown, el estandarte de Netflix sobre la corona británica, ya está aquí. Y eso solo quiere decir que pasaremos las próximas semanas de nuestra vida obsesionadas, de nuevo, con Diana de Gales. Si la moda es cíclica, la fijación por los recovecos de la historia, vida y gustos de la princesa, que reaparece en fechas señaladas como el icono pop definitivo, es también reiterativa.
Esta semana, coincidiendo con el llamado veranillo de San Martín que ha dejado 20 grados en casi toda España, mi feed de Instagram se ha convertido en un incesante goteo de clean girl aesthetic, sudaderas blancas o grises y zapatillas sobre las que asoman calcetines más blancos aún. En definitiva, el código deportivo más icónico de Diana que en los últimos años ha encontrado en Hailey Bieber su máximo exponente. Es un estilo que apuesta por el efecto cara lavada, tonalidades neutras, prendas lisas o solo discretamente estampadas y, en general, una apariencia fresca y despreocupada.
Esta tendencia de la que todas nos hemos colgado en los últimos meses se basa en la ausencia de imperfecciones: pieles frescas y húmedas pero sin granos ni textura; atuendos con mucho protagonismo de un blanco impoluto, sin pelos de mascota ni manchas resecas; melenas que buscan el efecto recién lavado o recogidos perfectamente peinados con un wet hair look. Como casi todas las modas que calan, no tiene nada de effortless.
Evidentemente, hay mucho aquí de promover una belleza idílica que no está al alcance de todas, incluyendo tratamientos carísimos o incluso intervenciones regulares. Pero si nos alejamos un poco de la obsesión por replicar el trend y de la obligatoriedad de gastarnos dinero en productos para conseguirlo -y que tiene más que ver con las necesidades que nos crean las marcas-, la belleza y la moda nos permiten hacer de lo estético un juego y son una herramienta perfectamente legítima para variar nuestra autoexpresión. No hace falta comprarse el último sérum de Rhode para adherirnos a nada, eso sí.
El clean girl look de turno puede reconvertirse también en una tarde de domingo con una mascarilla de 50 céntimos cubriéndote la cara, una sudadera calentita y un vino. Esta época es la de Rachel Green llevando un pantalón de pijama de cuadros y una sudadera de los Knicks “para poner al día su correspondencia”. Menos centrado en cómo nos perciben otros y más en cómo puede darnos cualquier moda un empujoncito de bienestar, que es la energía que me dan todas esas imágenes de Diana Spencer en la comodidad de su sudadera y su pantalón ciclista. La lección estilística más importante que nos llevamos de ella no fue el vestido de la venganza sino una sudadera de Harvard.
Un personaje
El otro día leía un tuit que hacía una asociación con la que definitivamente comulgo: “No sé cómo explicar esto, pero el color marrón, el mes de noviembre, los jueves y las ocho de la tarde tienen la misma energía”. En esa misma línea, hay personas reales y personajes ficticios que dan otoño aunque la estación no sea necesariamente relevante en sus arcos o la ambientación del título, como Melinda de Un lugar para soñar o prácticamente todos los protagonistas de One Tree Hill (frente al verano permanente de The O.C.).
Una de las series que se ven cíclicamente en esta casa en otoños alternos es Buffy, cazavampiros. Y Buffy Summers, la elegida para acabar con todos los monstruos que pueblan Sunnydale, es la quintaesencia del armario de otoño: las chaquetas de cuero, la presencia de colores burdeos y tierra, las minifaldas de cuadros con botas de caña alta, los petos, los pañuelos al cuello, los abrigos de paño que volaban cuando tenía una urgencia vampírica…
Esta serie, con su estética de pueblito recóndito, sigue luciendo acogedora a pesar de sus esfuerzos por contar, bueno, una historia sobre la boca del infierno.
Una línea de diálogo
Siento volver a sacar a Nora Ephron a colación, pero en Tienes un e-mail, una de sus películas otoñales por excelencia, hay una cita que me encanta y nos compete en este espacio:
¿No te encanta el otoño en Nueva York? Me da ganas de comprar material escolar. Te mandaría un ramo de lápices afilados si supiera tu nombre y tu dirección”.
Fun fact - o no tan fun-: esta película, remake de El bazar de las sorpresas de Ernst Lubitsch, ha cumplido veinticinco años este 2023. V e i n t i c i n c o. Supongo que si se hubiera rodado hoy, Ephron la habría llamado “Esta cita podría haber sido un correo”.
Una fruta
Si hay una fruta de temporada que grita “te quiero”, para mí es la granada. Es un absoluto tedio abrir y desgranar estas frutas cuyo zumo acaba saltándote a la ropa. Es que ella es un poco high maninteneance: hay que buscarse las mañas y hay distintos trucos en internet para facilitar su limpieza, como golpearlas con un rodillo o cortarlas en gajos para separar los granos con mayor facilidad. Por eso, si alguien lo hace por ti y te ofrece su fruto ya preparado, ahí es.
Si aún no le has dado la oportunidad a incluirla en ensaladas, no te lo puedo recomendar más fuerte. Su dulzor es ideal para una vinagreta, queda genial con la escarola o la lombarda, con queso y membrillo… Y también le da un color otoñal al plato, que para eso estamos aquí, la verdad.
Un árbol
Los castañares están ahora mismo en plena ebullición. Son árboles bastante increíbles: requieren de un clima suave y una humedad adecuada para su crecimiento y la producción de castañas; son sensible a las fuertes sequías estivales, como la que hemos vivido este verano; y aunque en los últimos años ha sufrido algunas plagas, tienen una gran facilidad para rebrotar de cepa y asegurar su supervivencia.
Los castaños son como nosotras, que siempre resurgimos.
Una viñeta
Esta viñeta de la artista Alice Williams me parece un resumen perfecto de la idealización del otoño y sus posibilidades. Su selección incluye: cocinar galletas, un paseo otoñal, hacerse fotos entre las hojas secas y acurrucarse en el sofá. Aunque hay mil variaciones y añadidos que podemos hacerle a ese día perfecto, creo que no hay nada mejor que esas sensaciones. It doesn’t get any better than this, vamos.